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Esto de la escritura, ¡genera locura!

Escribir parece una tarea fácil. La mayoría de la gente cree que tienes una idea, te sientas y la pones negro sobre blanco. No lo es. Escribir va mucho más allá de tener un momento de brillante inspiración. Es un oficio y, como tal, requiere tiempo, dedicación y conocimientos. También muchas meteduras de pata. En mi caso, tropiezo una y otra vez con los acentos. ¡Vivo hecha un lio! Y, claro, ¡yo quiero escribir bien!

Las reglas de la ortografía van cambiando con el paso del tiempo. Cuando yo estudié en la escuela (eh, ¡que no hace tanto tiempo!), los pronombres demostrativos llevaban acento y la palabra ‘solo’ llevaba tilde cuando era un adjetivo. Ya no. Para que la gente escriba bien, la Real Academia Española publica cada cierto tiempo un voluminoso libro que recoge el conjunto de normas que regulan la escritura de la lengua española. La primera edición de la Ortographia es de 1741 y desde entonces ha habido catorce ediciones. La más reciente es de 2010. Teniendo esto en cuenta, parece que para escribir de forma correcta habría que empaparse de dicho manual. Vale pero, ¡son más de 800 páginas! Encima, a medida que te adentras en el mundo de la corrección, descubres que hay voces críticas con determinadas decisiones de la Academia y, al final, una ya no sabe qué criterio seguir.

A la dificultad de reprogramar la materia gris del cerebro a medida que se producen cambios en las reglas ortográficas, se añade otra: el colapso lingüístico. Hablar diferentes idiomas es maravilloso para poder comunicarse. Pero, ¿qué pasa si los confundes? Es mi caso. La mayoría de mi familia es de habla castellana. Por eso, y con el objetivo de que  aprendiera bien el Catalán, me inscribieron desde muy pequeña en una escuela donde casi todo se impartía en dicha lengua. Conseguí expresarme de forma correcta en ambos idiomas. Pero, a los 11 años, me fui a vivir a Bruselas y me sumergí en un mundo francófono. Descubrí entonces que el Catalán y el Francés se asemejan muchísimo. ¡Demasiado! Cuando volvía a Barcelona por vacaciones y veía a mis amistades, éstas me miraban extrañadas intentando entender lo que les contaba. De mi boca salían palabras raras, fruto de un contubernio lingüístico. Con el paso del tiempo mejoré bastante y aprendí a diferenciar los dos idiomas. Casi podía notar cómo cambiaba el chip en mi cerebro. Fue así como pasé a ser trilingüe.

Por desgracia, confieso que soy incapaz de escribir un texto sin tener alguna duda de acentuación. Algunas palabras se me resisten y no hay manera de que se me quede grabado si llevan tilde, si ésta es abierta o cerrada, circunfleja, o lo que le dé la gana. Para agravarlo, encima hay palabras que se escriben igual en algunas lenguas pero en una llevan tilde y en la otra no. Por ejemplo, en Castellano se escribe ‘noticia’ y ‘alegría’, pero, en Catalán, ‘notícia’ y ‘alegria’.

Lo único que me consuela es que no soy la única que duda. Basta una consulta en Internet escribiendo en el buscador la misma palabra con y sin acento para ver la cantidad de consultas existentes. Ya, “mal de muchos, consuelo de tontos”. Afortunadamente, existen entidades, como la Fundación del Español Urgente, cuya misión es impulsar el buen uso del español. Es muy útil para resolver dudas. El tema de los acentos es tan complejo que hasta hay una entrada en su blog con las 38 palabras que nos empeñamos en acentuar y que no llevan tilde.

¡Menos mal que en Inglés las palabras no llevan tilde!

Pero, la acentuación no es el único reto del escritor. El ataque de nervios también lo produce el hecho de que existen palabras casi idénticas en distintos idiomas: ‘abril’ en Castellano y en Catalán, pero ‘avril’ en Francés; ‘hivern’ en Catalán, ‘hiver’ en Francés.

¡Escribir bien un texto es toda una proeza!

Entenderás por qué, cuando tuve la oportunidad de aprender Flamenco y Alemán, decliné amablemente la oferta. ¡Menudo jaleo!

Y a ti, ¿se te resiste algo a la hora de escribir?  

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Publicado en Escritura

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