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Monos por doquier

Hace años visité Tikal, un yacimiento arqueológico de la civilización Maya que está en Guatemala. Siguiendo el consejo del hotel en el que me alojaba, me apunté a una excursión para ver el amanecer desde lo alto de una de las pirámides. Parece chulo, ¿verdad? ¡Error! Al tremendo madrugón, se añadió la dificultad de caminar por la selva a oscuras, con una linterna cuyas pilas agonizaban. Esto no es nada comparado con la banda sonora que me acompañaba, ¡gritos de monos aulladores! No sé si has tenido el gusto, pero te aseguro que intimidan. Más cuando el guía nos avisó de que ni se nos ocurriera detenernos ni mucho menos comer o beber durante la caminata que duró, ¡dos horas! Imagínatelo, sin a penas ver nada, con los párpados todavía medio cerrados y un alarido tras otro en tu oreja. ¿A que mola?

Hay quien considera que los monos son adorables. No en vano, en nuestro idioma se utiliza la palabra «mono» para referirse a algo bonito, gracioso o agradable a la vista. También como apelativo cariñoso, como sinónimo de guapo o majo. Y qué me dices de cuándo te cruzas con una «monería» o una «monada». La cosa tiene delito, porque cuando nos molesta que alguien nos mire con insistencia, le preguntamos si tenemos monos en la cara. Qué pasa, ¿solo somos dignos de contemplación si tenemos varios monos encima?

Como puedes comprobar, este animal está muy presente en tu vida. Tanto, que hace 150 años se convirtió en la seña de identidad de una importante marca de anís, Anís del Mono. Por favor, ¡si hasta sale en la etiqueta de la botella! Hay una anécdota divertida en relación a esta fábrica. Su fundador, Vicente Bosch, recibió un regalo de las Américas. ¡Un mono! Le cogió tanto cariño que acabó bautizando la marca. Tiempo después, cuando el animalito se estaba muriendo, Vicente escribió a sus familiares para pedirles que le mandaran 1 o 2 monos. Al cabo de una semana, llegaron a Badalona 65 monos y una carta de disculpas porque no habían conseguido los 102 monos que había solicitado. ¿Te imaginas su cara de sorpresa? El pobre empezó a regalar monos como un loco, claro.

Hay que ver las pasiones que despiertan los monos. La televisión también tiene su parte de culpa. Acuérdate de la serie de dibujos animados Marco. Cuando el pobre niño emprendió su largo y dificultoso viaje en busca de su queridísima mamá, ¿qué animal le acompañaba? ¡Un mono! Amedio, se llamaba. Así que no es raro que en tu subconsciente esté arraigada la idea de que este animal es un buen amigo. Cariñoso. Fiel. Cuidador. ¿Verdad?

¡No te engañes! Los monos son traviesos, imprevisibles, ¡y están un poco zumbados! ¿Crees que exagero? ¡Para nada! La palabra «mono» se utiliza en relación al síndrome de abstinencia, producido al interrumpir el consumo de una droga. Quizá seas una persona sana y nunca hayas tenido adicción alguna. En dicho caso, ¡te aplaudo! Pero si eres como la gran mayoría de la humanidad, ¡algo te metes! Tabaco, marihuana, coca, alcohol, comida, sexo compulsivo, etcétera. Quizá hayas logrado dejarlo (¡enhorabuena si es así!), quizá no. Pero estoy segura de que lo has intentado alguna vez, aunque sea para que tu gente querida deje de darte la tabarra con el tema. Al principio te sientes bien, tienes un reto y lo asumes con ilusión. Pero luego, ¡ay luego! Aparecen el mal humor, los nervios, el insomnio, y el deseo de arrancarle la cabeza a alguien. ¡Tienes mono! Sospechoso, ¿no? Otro ejemplo en esta dirección es la trilogía de Reina Roja, de Juan Gómez-Jurado. A una de sus protagonistas, Antonia Scott, le pasa algo curioso cada vez que analiza el escenario de un crimen. En su cabeza hay un montón de monos que le gritan y le lanzan objetos. ¡Una locura! Y nada casual que el autor haya elegido precisamente al mono para representar ese caos de información al que se enfrenta Antonia.

Hay más. En los alrededores del templo de Uluwatu, en Bali, viven los macacos cangrejeros. Hasta no hace mucho, se alimentaban en gran medida por lo que los turistas les daban. Con la pandemia, la cosa ha cambiado bastante. Así que estos adorables monstruitos implementan una táctica de lo más interesante. ¡Roban a los turistas! Les quitan gafas, teléfonos móviles, cámaras fotográficas, etc. Se convierten en ladrones para luego intercambiar dichos objetos por comida. ¡Tienen hambre! Lo interesante de este sistema es que, según se ha descubierto hace poco, saben qué cosas tienen más valor. Es decir, distinguen un iPhone de última generación de una patata con cinco años de antigüedad. Que sí, ¡que sí! Por supuesto, van a por lo más caro y solo se lo devuelven a su propietario a cambio de una debida recompensa alimenticia. Ojo, que también roban cosas con poco valor económico, pero que sí son importantes para tu salud, como un inhalador.

Sin importar el punto de vista que elijas, una cosa está clara: los monos son relevantes. Como es inútil resistirse a esta evidencia, mi consejo es que te dejes conquistar por estos pequeños seres. Que te quedes con su lado simpático y juguetón. Con su risa cuando algo les divierte. Vivimos tiempos difíciles, inciertos. Llena tu vida de monerías, ¡al menos te reirás!

   «Dicen que el mono es tan inteligente que no habla para que no lo hagan trabajar.» René Descartes

Foto: Mural de Harpö en la Terrasseta, Badalona.

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Publicado en Escritura Historia real Naturaleza

2 comentarios

  1. Tita Tita

    Es muy curioso y anecdotico este animal que siempre lo habia idealizado, excepto en el Zoo darle cacahuetes y en alguna pelicula antigua No lo he visto de cerca NUNCA. no parece tan Inofensivo como creia.
    Gracias por el documento dan ganas de enterarme mas de su peculiaridad.
    Un abrazo

    • Virginia Virginia

      Gracias a ti Tita, una lectora y comentadora fiel. Un abrazo!

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