
Todos deseamos la felicidad. La buscamos. La perseguimos. La atesoramos cuando la encontramos. Es tan importante que, en 2012, la Asamblea General de la ONU decretó que el 20 de marzo se celebrase el Día Internacional de la Felicidad. ¡Mañana! El objetivo de esta conmemoración no es otro que reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos. La iniciativa de la resolución la tomó Bután, un reino budista situado en el borde oriental del Himalaya y que cuenta con una población de poco más de setecientos mil habitantes.
Aunque Bután es famoso por sus monasterios, fortalezas y hermosos paisajes, lo que más llama la atención es el hecho de que el país mide la calidad de vida con un Índice Nacional de Felicidad, en lugar de utilizar el clásico indicador del Producto Interior Bruto. Es decir, prima la felicidad sobre la economía. ¡Alucinante! ¿Cómo la miden? Tienen en cuenta cuatro elementos: la preservación y promoción de valores culturales, el desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la conservación del medio ambiente y el establecimiento de un buen gobierno. Ay, ¡que me mudo!
Pero ¿qué es la felicidad? La Real Academia Española dice que es un «estado de grata satisfacción espiritual y física». También, la «ausencia de inconvenientes o tropiezos». Si tenemos en cuenta que la vida está llena de obstáculos, parece un objetivo bastante difícil de alcanzar, ¿no? Desde luego, si basas tu bienestar en conseguir caras posesiones materiales, ¡te deseo suerte! La canción Pobre Cristina, de Joaquín Sabina, empieza con «Era tan pobre que no tenía más que dinero». Impacta, ¿verdad? Es cierto que para tener cierto bienestar hay que cubrir las necesidades básicas, pero a partir de ahí, son importantes otras cosas. Desde mi punto de vista, la felicidad radica en saber apreciar los detalles, y en atrapar el momento presente. No es una meta, un lugar al que llegar. Es el camino. El día a día.
En Uruguay, tuve un compañero de trabajo con el que conversaba mucho, Francisco Artola. Su jubilación estaba próxima y soñaba con el día en que la pudiera abrazar. Deseaba comprarse una casa en la playa y envejecer mirando el mar. Vivir el cielo naranja del amanecer, del atardecer. El gris oscuro de la tormenta. El rayo de sol que consigue atravesar las nubes para iluminar la Tierra. Me habló mucho de aquella casa entre arena y sal. Cuando por fin llegó el día en que se jubiló, se despidió de su vieja vida y se subió a un avión en busca de una nueva. Deseoso de tumbarse en una hamaca desde la que contemplar la vida pasar. Pero Francisco tenía cáncer y, en pleno vuelo, se apagó. Aquello me marcó. Para siempre.
La vida sucede aquí y ahora. No te la pierdas. De nada sirve proyectar futuros que no existen. Tampoco condicionar tu bienestar a cosas que están por llegar. Mi consejo es que hagas una lista de quince cosas que te hacen sentir bien. Que están a tu alcance. Que te sirvan de guía para acariciar la felicidad. Verás que no es fácil porque, cuando te pones a pensar, ¡hay unas cuantas!
Mi lista es esta:
- Abrazar. A mi gente. A mi padre, que es tan alto que siento que entre sus brazos estoy a salvo (¡Feliz Día del Padre!)
- Acariciar. A mi amada humana, a mi amiga peluda.
- Bailar hasta tener que parar.
- Captar la belleza con una fotografía.
- Comer pasta. Cualquiera me vale, ¡me pirra!
- El olor a pan tostado.
- Escribir y vivir otras vidas.
- Escuchar a mis amigas, reír con ellas. Incluso llorar.
- Ir al cine. Salir sin haber abandonado la pantalla, conmovida.
- Leer un buen libro. Uno que me toque la fibra sensible. Que me haga recomendarlo sin parar.
- Observar a los pájaros, reconocerlos, escuchar sus melodías.
- Oír una canción que me guste tanto, que me obligue a cantarla.
- Oler una flor.
- Reír con ganas.
- Ver crecer a una planta.
En definitiva, mi felicidad radica en oír, oler, saborear, tocar, ver. Ni acumular ni anhelar ni envidiar. Solo ser.
Mañana es el Día de la Felicidad. Defiéndela. Y, si puedes, ¡compártela!
«La felicidad es la finalidad última de la existencia humana.» Aristóteles
Foto: Formentera, en uno de mis veranos más felices.
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