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Soy una tsundoku

Soy-una-tsundoku

Soy adicta a los libros. Tengo dos estantes repletos de novelas y poemarios que todavía no he leído. Confío en poder hacerlo algún día. Me cuesta sobremanera resistirme a una prometedora sinopsis y, si alguien en cuyo criterio confío me recomienda un libro, e incluso me muestra un fragmento que me conmueve, estoy perdida.

No sé cuánto llevo gastado en libros, pero intuyo que es un dineral. No soy un bicho raro. Conozco a muchas personas que sucumben al encanto de los libros; que regresan a casa contentas con un nuevo hallazgo y, a la vez, con cierto sentimiento de culpa. Se consuelan diciendo que algún día leerán todos los libros que acumulan. Es mentira. El montón no se reduce, ¡aumenta!

Ver los libros pendientes de lectura me produce un poco de vergüenza. Mucha. Para intentar engañarme a mí misma, he llegado al punto de colocar algunos en otros estantes. No sirve de nada. Sé que están ahí. Así que, desde hace unos meses, me he prohibido comprar libros. ¡Ni uno solo hasta Sant Jordi! Estoy cumpliendo mi promesa. El problema es que cabe la posibilidad de que, cuando abra la veda, coja carrerilla y compre todos los que he ido dejando por el camino. Mejor me pongo una cantidad límite ¿no?

El reto de no comprar ninguno es difícil. Colaboro con una librería solidaria, lo que significa que estoy cinco horas a la semana rodeada de libros de segunda mano. ¡Algunos están nuevos! De vez en cuando, por mis manos pasa alguna joya que voy controlando. Sonrío cuando constato que sigue en su estante. En Sant Jordi serás mía, le digo. Si, por el contrario, ha desaparecido, siento una punzada en el estómago. ¿Por qué te he dejado escapar?

Cada semana recibo la visita de una pareja de ancianos. Afirman tener más de cuatro mil libros y, aun así, compran más. Otro cliente habitual es un hombre que intenta resistirse a la tentación de entrar en la librería. La observa desde fuera, mira las novedades que se muestran en el escaparate, se aleja, regresa, se rasca la cabeza, desaparece de nuevo y, finalmente, entra. Mientras paga, confiesa que hay días en los que cambia su recorrido para no ver la librería. Si la ve, peca.

En Japón tienen una palabra que define muy bien este vicio del que adolecemos muchas personas: «tsundoku». Se usa como sustantivo, adjetivo y verbo, y designa la práctica de acumular libros con la intención de leerlos. La acumulación puede ir desde un simple montoncito, a paredes recubiertas de estanterías sin un solo hueco libre. Conozco a alguien que tiene ingentes cantidades de libros en casa. Por los pasillos, ¡casi hay que caminar de lado!

En castellano usamos la palabra «bibliomanía» para referirnos a la persona que siente pasión por los libros y que tiene la manía de adquirirlos. Aunque este significado se acerca bastante al de la palabra japonesa, no es del todo exacto: falta la intención de leerlos. Los tsundoku somos mejores personas, ¡deseamos leerlos! Aunque, ¡del dicho al hecho hay gran trecho!

Alégrate si eres una persona tsundoku: ¡no eres la única! Si quieres controlar un poco ese impulso embriagador, pero no por eso dejar de incorporar a tu colección nuevos mundos por descubrir, puedes pedir que te los regalen. Ocasiones hay a montones: tu cumpleaños, Sant Jordi, Navidad, etcétera. Aprovecha para sugerir, pedir, suplicar, que te regalen esos libros que tanto deseas. De este modo, aumentarás tu montón sintiéndote un poco menos culpable y, sobre todo, te alegrarás por no haberlos dejado escapar. A grandes males, ¡grandes remedios!

«Cuando pienso en todos los libros que me quedan por leer, tengo la certeza de ser todavía feliz.» Jules Renard

Foto: dibujo de la puerta ilustrada por Cristina Rovira Font para Aida Books Barcelona.

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Publicado en Historia real Libros

Un comentario

  1. Gloria Gloria

    Jajajaja, amiga tsundoku, apúntate este que he leído recientemente y me ha encantado: La intrusa, de Eric Faye. Un pequeño librito que tendrás que buscar a conciencia. No es fácil tropezárselo en las librerías, pero si cae en tus manos en tu librería solidaria, ¡no lo dejes escapar!

    Un abrazo que te envuelva como un libro.

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