
Nada es para siempre. Todo cambia continuamente. Hay cambios impuestos que duelen, que nos hacen perder el equilibrio. A menudo la mente colapsa y el corazón sufre. Qué difícil resulta aceptar la variabilidad de la vida; continuar adelante. Vivir es aprender a sobrellevar el cambio.
La naturaleza es sabia y siempre encuentra una salida. Si tiene tiempo de buscarla, claro. El calentamiento global está dibujando un nuevo entorno. Agua donde había hielo, calor donde hacía frío, dos estaciones donde había cuatro. Ante este panorama, se pone en marcha la maquinaria de la supervivencia. Algunos animales no humanos la manejan bien. ¡Hacen cosas asombrosas!
Los hay que recurren a la hibridación, de la que nacen seres genéticamente más preparados. Otros cambian de comportamiento para así adaptarse a las nuevas reglas de juego. Fíjate en las gaviotas. Hasta hace unos años, solo se veían cerca del mar. Lo sobrevolaban en busca de peces, pero la industria pesquera les está dejando sin nada. Para sobrevivir, se mudan al interior y campan a sus anchas comiendo todo cuanto encuentran. Las palomas y los gorriones les temen. ¡Se los comen!
Si eres de los que maldices a Steven Spielberg cada vez que nadas en el mar (es mi caso), ojo al dato: el tiburón pintarroja colilarga (Hemiscyllium ocellatum) ha aprendido a caminar fuera del agua. Que sí, que sí. El animalito utiliza sus aletas a modo de patas para desplazarse por las rocas en busca de peces, crustáceos y gusanos. Puede aguantar un hora fuera del agua y avanzar hasta treinta metros. Dicen que es pequeño e inofensivo, pero ¿y si comparte su estrategia con el resto de tiburones? No vamos bien.
¿Qué me dices de los monos? Pasan cada vez más tiempo en el suelo, en lugar de permanecer en los árboles, que es su hábitat. Un centenar de primatólogos ha estudiado el comportamiento de casi cincuenta especies de monos en América y Madagascar y ha descubierto que pasan veinte veces más rato en tierra que hace un cuarto de siglo. Esto se debe a la deforestación, la fuerte degradación de su hábitat y la desaparición de sus depredadores. El problema es que están un poco zumbados y son imprevisibles. ¡Ay de ti si te cruzas con uno!
En el caso de los jabalíes, son cada vez más habituales en grandes ciudades como Barcelona. Su alta tasa de natalidad y la falta de depredadores naturales han provocado la superpoblación de estos animales. Si le sumamos la pérdida de su hábitat, porque qué bonito es vivir en una casa en la montaña, el resultado son jabalíes dando paseos urbanos desde el atardecer hasta primera hora de la mañana. Buscan comida. ¡Cuidado con las madres en época de cría!
Los jabalíes se mueven de noche para así reducir las posibilidades de contacto con el ser humano, que tiende a echarles de malas maneras. Lo mismo sucede en Norteamérica con los coyotes y los zorros. En cambio, los ciervos, conejos y mapaches acostumbran a pasear de día, porque la gente los respeta. Ventajas de ser considerado adorable.
Los más pillos son los leones de la sabana africana. Antes cazaban por la mañana o por la tarde, para evitar el fuerte calor de la canícula. Hartos del turismo fotográfico, cazan ahora a mediodía, coincidiendo con el rato de comer de la gente. Es comprensible, ¡posar ante las cámaras resulta agotador!
Observar la naturaleza nos ayuda a vislumbrar que nada es para siempre; ni siquiera una mala racha. Cuando las cosas se complican, es necesario un cambio de rumbo. Aunque al principio es comprensible sentir miedo, no hay que dejar que la situación acabe contigo. Eso sí, intenta no asustar al personal con un cambio radical. Todavía estoy intentando procesar lo del tiburón caminante.
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