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Que el ayer no se acomode en el hoy

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Tal día como hoy, hace setenta y ocho años, las tropas soviéticas liberaban el campo de concentración y de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau. Es por eso que cada veintisiete de enero se celebra el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Al marcar esta fecha en el calendario, se rinde tributo a quienes fueron víctimas de la barbarie, la insensatez, el fanatismo. Películas como La llave de Sarah, La vida es bella, Aimée y Jaguar o La lista de Schindler nos han mostrado el infierno que vivieron millones de personas judías. También, comunistas y homosexuales. Tenemos sobrados motivos para que aquel ayer nos produzca tristeza; vergüenza; rabia. Recordémoslo.

Hoy también se subraya la importancia de luchar contra toda forma de intolerancia que desemboque en violencia contra determinados grupos de seres humanos. Por desgracia, todavía existen numerosas situaciones en las que el ayer y el hoy se confunden. Las noticias muestran sobrados ejemplos de violencia contra mujeres, negros y personas LGTBI+. Basta. Debemos ser capaces de erradicar el odio de nuestras sociedades; de señalar cualquier comportamiento encaminado a someter al otro; a humillarlo; a aniquilarlo.

Afganistán ha regresado al pasado. Tras ganar la guerra, los talibanes están obligando a las mujeres de las que se encaprichan a casarse con ellos. Sus preferidas son las universitarias. Las someten a la voluntad de un marido impuesto y les divierte humillarlas obligándolas a renunciar al futuro que estaban construyendo. Les hacen renunciar a su identidad para adoptar la de un felpudo. Estas mujeres, que creyeron en Occidente para poner punto y final a años de tiranía talibán, que imaginaron un mundo distinto, se ven hoy obligadas a renunciar a sus sueños; a ellas mismas. Es el infierno en la Tierra; una indeseable versión real del Cuento de la criada.

Lo que pasa en el Mar Mediterráneo es otro ejemplo de barbarie. Miles de personas intentan cruzarlo a diario. A nado, en pateras, de polizón. Huyen de la pobreza, del hambre, de la violencia, de la guerra. Se lanzan al mar en busca de un futuro que en su país no existe. Arriesgan su vida e incluso la de sus pequeños. En la partida de la vida, juegan al poco o nada. Y casi siempre gana el nada. A veces consiguen su propósito, pero a qué precio. Basta con mirar la película Las nadadoras, sobre dos hermanas sirias que lograron llegar a Alemania, o la imagen de tres nigerianos que viajaron sentados en el timón de un petrolero durante once días. Qué dura es la vida para algunos. Qué diferente es la acogida en Europa según la nacionalidad, el color de la piel, la religión.

Se ha escrito y filmado mucho sobre el Holocausto. Era necesario dejar constancia del horror; mostrar hasta dónde es capaz de llegar el ser humano cuando es liderado por fanáticos. Para no repetir errores, es fundamental recordar. Y, del mismo modo en que queremos evitar reproducir aquel infame pasado, demos ser implacables con todo presente denigrante. No callemos. Señalémoslo con todos los dedos de las manos. Luchemos contra los canallas, los miserables, los neutrales. Escojamos bien a los políticos que nos representan. Defendamos la alegría colectiva. Hoy, mañana y siempre estemos alertas. Que el ayer no se acomode en el hoy ni mucho menos en el mañana.

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Publicado en Guerras Historia real Mujeres

2 comentarios

  1. pilar pilar

    Virgina, tendrían que darte una columna en un diario! . Tus escritos hacen reflexionar, sonreir y conocer temas nuevos!
    un abrazo
    Pilar

    • Virginia Virginia

      Gracias, Pilar, por leerme con tanto cariño. Un abrazo!

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