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Un rompecorazones llamado 600

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El otro día me crucé en un semáforo con un 600 antiguo. Tenía una matrícula de las de antes, con seis números precedidos por la be de Barcelona. Era gris y lucía una tapicería roja. Lo conducía un señor mayor con gafas de pasta y con una gorra inglesa. La imagen me conmovió y me trasladó a las vacaciones de verano de mi infancia; a los madrugones para evitar el calor del sol en carretera; al afán por adivinar a qué provincia española pertenecía la letra de las matrículas; al salitre en el mar; a las avionetas que sobrevolaban las playas y lanzaban juguetes hinchables.

Una hora después, el mismo vehículo se subió a la acera en la que yo estaba y se detuvo frente a la puerta de un garaje. Saqué del abrigo mi teléfono móvil, abrí la cámara y aceleré el paso. Pensaba que no me daría tiempo cuando, para mi sorpresa, el hombre echó el freno de mano. Bajó la ventanilla, me sonrió y me dijo «sácale una foto». Noté que me ruborizaba y, con las manos temblorosas por la vergüenza, disparé una instantánea.

Charlamos un poco. Le dije que su coche estaba muy bien cuidado y que era un regalo para la vista. Contento, me dijo que lo tenía desde hacía sesenta y seis años. ¡Sesenta y seis! Eso significa que lo tiene desde 1957 y, dado que ese fue el año en el que el Seat 600 se empezó a producir, es muy probable que se trate de una de las primeras unidades. Si a ese año le sumamos la edad mínima para poder conducir, el hombre tiene, como mínimo, ochenta y cuatro años. Y tan pancho.

Regresé a casa emocionada, incapaz de contener las lágrimas. Asaltada por infinidad de buenos recuerdos, me hice varias preguntas. ¿Cómo supo aquel hombre que quería sacarle una fotografía a su seiscientos? ¿Me vio por el retrovisor con el móvil en la mano? ¿Se dio cuenta en el semáforo de que lo miraba embelesada y me reconoció después? Fue amable conmigo y su gesto le delató. Sabe que tiene un vehículo precioso y disfruta cuando la gente lo mira. Como las celebridades, está acostumbrado a las cámaras.

Lo mío no es raro. Aunque hace cincuenta años que el 600 dejó de fabricarse, cuenta con un montón de clubes de amigos. ¡Diría que hay uno en cada provincia! Organizan actividades lúdicas para los dichosos propietarios. También, para quienes suspiramos al verlos. Si este fin de semana estás en Barcelona, te gusta el circo y te pirra este pequeño vehículo, mira.

El 600 es un auténtico rompecorazones. Durante 16 años, se fabricaron un total de 799.419 unidades. En 2015 todavía había 127.220 dadas de alta. ¡Un 16%! Ocupa un puesto importante en el mercado automovilístico de segunda mano y las unidades que están fuera de uso rara vez acaban en un desguace. Se conservan en garajes, cobertizos o almacenes, a la espera de que algún día alguien caiga rendido a sus encantos y decida darles otra oportunidad.

Me pregunto si los fabricantes de vehículos son conscientes de la huella que dejan algunos de sus diseños en millones de corazones. En la lista de modelos míticos, el Seat 600 no está solo. Le acompañan el Citroën 2 CV, el Mini, los Renault 4, el Simca 1000 y el Volkswagen Beetle (más conocido como «Escarabajo»). El programa de televisión Los gemelos reforman dos veces empieza siempre con una afirmación que me encanta: «Una casa son cuatro paredes. Un hogar es donde se crean los recuerdos». Los vehículos míticos son hogares sobre ruedas. Gracias a quienes los conserváis; a quienes compartís su belleza; a quienes despertáis recuerdos dulces.

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Publicado en Historia real

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