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Que la risa te acompañe

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Me encanta ver a la gente reír. La cara se ilumina, los ojos se estiran, la boca emite sonidos. Hay risas de todo tipo. Estridentes, silenciosas, sorprendentes, contagiosas. Existen personas de risa fácil y otras que racanean carcajadas. De pequeños, reímos mucho y en total libertad. A medida que nos convertimos en personas adultas, reímos menos. Los miedos, las preocupaciones, el qué dirán, nos oprimen el pecho. Si se nos seca la garganta, ¿cómo va a trepar por ella la risa?

Durante la pandemia, a penas se oían risas. Y, cuando las había, quedaban ocultas detrás de una mascarilla que amortiguaba su sonido. Faltaban ganas de divertirse y sobraban momentos de angustia. La humanidad tenía miedo. Pero, superado el susto inicial y transcurridos tres años, es habitual oír carcajadas en el metro, en el supermercado, en la calle, en la escuela, en la oficina, al otro lado de la línea de teléfono.

Dicen que reír es sano; que mejora el estado de ánimo, refuerza el sistema inmunitario y reduce el estrés y el dolor. Reír es importante. ¿Qué te hace reír? A mí me puede el humor negro. Sí, soy de las que se ríen en los tanatorios. Llámalo risa nerviosa, inoportuna o maleducada, pero ¡sienta tan bien! También disfruto con el humor absurdo porque es inteligente e imprevisible. Utiliza situaciones disparatadas e incoherentes para provocar la risa. Era el empleado por los Hermanos Marx. Triunfaban.

Desde la pandemia, se suceden acontecimientos que parecen destinados a acabar con la risa. Algunos afectan a millones de personas, como la invasión de Ucrania, la recesión económica o el terremoto que se ha ensañado con Turquía y Siria. Otros afectan solo a algunas personas y les marcan de por vida: rupturas, enfermedades, muertes. Pero la risa sobrevive; resiste allá donde mires. Porque, pase lo que pase, en cualquier lugar del mundo, existen personas empeñadas en defender la alegría.

Kimiko Nishimoto es una mujer japonesa de noventa y cuatro años que protagoniza fotografías disparatadas y absurdas. Se ríe de sí misma y celebra la vida. Quizá pienses que es una anciana que ha perdido la cabeza debido a su avanzada edad, pero lleva veintidós años dedicada a esta actividad. Le siguen más de trescientas mil personas en su perfil de Instagram.

En Berlín, Siegfried & Joy se definen como las nuevas superestrellas de la magia. Visten con ropa llamativa y agitan una gran tela dorada con la que hacen aparecer o desaparecer a gente. Con un marcado toque cómico, no practican magia. Al menos en un sentido tradicional. Lo que sí consiguen es hacer reír al público a carcajadas. En sus videos, utilizan siempre la misma banda sonora: It’s all coming back to me now, de Céline Dion. Tienen tanto éxito, que cuentan con casi cuatrocientos mil seguidores en Instagram y están de gira por Europa (por favor, ¡venid a Barcelona!) Incluso participaron en el famoso programa estadounidense America’s Got Talent.

De Barcelona ha surgido una cantante que no ha dejado indiferente a nadie. Saltó a la fama durante el confinamiento y, desde entonces, no ha dejado de cosechar seguidores. ¡Rigoberta Bandini! Si bien no practica el humor absurdo, sí recurre en sus canciones a un montón de giros inesperados que hacen reír. Canta, habla, se marca un Mónica Naranjo, imita el acento colombiano, confiesa que no sabe cocinar un huevo frito, y casi consigue que las mamas representen a España en Eurovisión. Nada de esto es casual. La propia Rigoberta reconoce que «toda creación es una cocina, y creo mucho en los agridulces y en los contrastes. Ese sabor es como la vida, y ese sentimiento es el que busco con la música.»

La vida es una sucesión de contrastes; de altibajos. Aunque haya momentos difíciles, tristes, irrespirables, no hay mal que dure cien años. Tampoco la alegría permanece. Un modo de resistir, de conservar la ilusión y sobrevivir, es reír. Busca tu fórmula y agárrate a ella. Estés en el momento que estés, que la risa te acompañe. Siempre.

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Publicado en Historia real

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