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Los hinchables mentirosos

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Ver una avioneta sobrevolando la playa me recuerda los veranos de mi infancia. Horas de juego zambullida en el Mediterráneo, esquivando manchas flotantes de salitre y quemaduras de sol. Mirar el cielo, desear que lo cruzara una avioneta cargada de juguetes hinchables que promocionaban cremas corporales. Era un tiempo en el que pelotas, flotadores y colchonetas se llenaban de aire cargado de ilusión.

Tengo tan grabado ese recuerdo a golpe de sal, que para mí toda cosa hinchable es sinónimo de diversión y de tiempo libre. Soplar da mucho de sí: colchones, castillos, globos, barcas, toboganes, muñecos. ¡Incluso sillones! Si estás pensando en cambiarlos, mira la entrevista a Goya Toledo en Las Tres Puertas. Se infla con la boca y, también, con sistemas menos agotadores como el pie, las pilas o la electricidad. Aunque qué quieres que te diga, inflar una colchoneta sin ayuda produce cierta satisfacción.

Tan convencida estoy de que hinchar es sinónimo de jugar, que me quedo ojiplática cuando descubro que existen objetos hinchables que no son ni divertidos ni amables. Se trata de armamento falso, usado como señuelo en la guerra: camiones blindados, tanques, aviones, obuses y cohetes. El objetivo de estos hinchables es confundir al enemigo y ganar la guerra. Ganar a cualquier precio. Ganar.

Estos hinchables no son un invento moderno. Ya se usaron durante la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, la técnica se ha perfeccionado e incluso ahora desprenden señales térmicas para convencer al más escéptico. Una empresa checa encabeza su producción y fabrica cincuenta hinchables al mes. Cada uno cuesta cien mil dólares y solo requieren diez minutos de montaje. Con ese precio, espero el tapón no se caiga en pleno combate. Se utilizan tanto estos hinchables que, desde la invasión de Ucrania, las ventas han aumentado un 30%. La empresa no dice quiénes son sus compradores.

La táctica del engaño se ha utilizado mucho a lo largo de la Historia. Seguro que has oído hablar del caballo de Troya, un gran caballo de madera usado por los aqueos para provocar la caída definitiva de sus contrincantes. Los ilusos troyanos creyeron que se trataba de un obsequio y lo introdujeron dentro de sus muros. En su interior, se ocultaban soldados enemigos que salieron durante la noche de su escondite, mataron a los centinelas y abrieron las puertas de la ciudad al ejército aqueo. Menudos estrategas. Aunque Homero narra esta historia en la Odisea, se desconoce si sucedió de verdad. En cualquier caso, resulta aleccionadora: las apariencias engañan.

Los guerreros de terracota también dan bastante el pego. Son un conjunto de más de ocho mil figuras de soldados y de ciento treinta carros tirados por quinientos veinte caballos. Tienen un tamaño un poco mayor al real y se crearon para proteger la tumba del autoproclamado primer emperador de China Qin Shi Huang. Las encontraron unos agricultores en 1974, durante unas obras para abastecerse de agua. Menuda sorpresa.

El engaño no solo se utiliza en los conflictos bélicos. También, en la vida cotidiana. Se finge que se trabaja mientras se navega por Internet; los jóvenes falsifican firmas para justificar la ausencia escolar y carnés de identidad para entrar en una discoteca; se recurre al bótox para disimular el paso del tiempo; se inventan aplicaciones informáticas para engañar a nuestra pareja sin ningún riesgo de ser descubierto; etcétera. Mentir gusta. Y si no nos pillan, nos hinchamos de orgullo. Pero, recuerda el refranero popular: antes se coge a un mentiroso que a un cojo.

Un arma hinchable puede salvar muchas vidas, pero sería preferible no tener que recurrir a ella. Podríamos intentar remar hacia un mundo que resolviera de forma pacífica los conflictos; un mundo en el que solo se soplara para hinchar juguetes o para crear hermosos objetos de cristal; un mundo sin soplidos del lobos feroces, donde el cerdito pequeño y el mediano nunca tendrían que buscar refugio en casa del hermano mayor, donde los tres jugarían tranquilos al aire libre; un mundo sin codicia humana; un mundo donde las avionetas siempre hincharan de alegría.

Yo me apunto a ese mundo. ¿Soplas conmigo?

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Publicado en Guerras Historia real

2 comentarios

  1. pilar pilar

    VIRGINIA, CONOCES LA CANCIÓN DE CÓMPLICES, GRUPO ESPANYOL, DE LOS 80, QUE TIENE UNA CANCIÓN QUE SE LLAMA: VERDAD QUE SERÍA ESTUPENDO? ME HA RECORDADO TU ARTÍCULO DE HOY.
    GRACIAS Y FELIZ VIERNES!
    PILAR

    • Virginia Virginia

      Pilar, no conocía esta canción de la que me hablas. Al escucharla, se me ha puesto la piel de gallina. Gracias por compartirla!

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