
Las relaciones internacionales son complicadas. Como en las relaciones humanas, los Estados se hacen amigos, se pelean y se convierten en enemigos, se reconcilian, fingen que se odian pero colaboran en la sombra y así un largo etcétera. Relacionarse no es fácil. Sobre todo cuando has crecido entre películas de espías. ¡No te fías ni de tu sombra! La Guerra Fría dio mucho de sí. Tenía al mundo dividido en dos bloques, el capitalista y el socialista, y pobre del que se relacionara con el que no tocaba. El final del hielo llegó de la mano de George Bush y Mijaíl Gorbachov, a finales de 1989. Lo simbolizó la caída del muro de Berlín.
Desde la invasión de Ucrania, parece que hemos vuelto a las andadas. Aunque nada es lo que parece. Tenemos cierta tendencia a creer que todo es blanco o negro, pero en medio hay una abundante gama de grises. Y, si no, que se lo digan a la empresa estadounidense Coca-Cola. En plena Guerra Fría, fabricó una versión incolora de su famosa bebida y la introdujo en la Unión Soviética como si fuera vodka. Resulta que al mariscal Zhúkov, destacado comandante de la Segunda Guerra Mundial y amigo de Estados Unidos, le encantaba esta bebida. Tanto, que se halló el modo de que pudiera seguir disfrutando de tan preciado refresco capitalista sin que nadie se enterara. ¡Pillín!
Así como las relaciones humanas cambian, también lo hacen las existentes entre países. La osa panda Ya Ya lo sabe bien. Hace veinte años, China se la prestó a Estados Unidos como símbolo de amistad. Dos décadas después, Ya Ya está flaca y le faltan mechones de pelo. China acusa al zoo de Memphis de no haberla cuidado bien y Estados Unidos se defiende diciendo que la osa tiene una enfermedad congénita que afecta a su piel. La polémica ha acabado con el regreso a casa de la osa y, como en China se considera al animal un tesoro nacional, se ha interpretado el supuesto maltrato como un insulto. El conflicto está servido.
Los pandas llevan ochenta años convertidos en un barómetro de las relaciones internacionales chinas. China los regalaba, política que se conocía como «la diplomacia del panda». Sin embargo, pronto aprendió que podía sacar un rédito económico de estos simpáticos y achuchables animales y, desde 1984, los presta. Su alquiler cuesta un millón de dólares al año. En la actualidad hay veinte países con osos panda prestados. Seguro que el panda preferiría ser feo.
Cuando las relaciones internacionales son buenas, los países muestran su afecto regalando cosas. Algunas muy curiosas:
- En 1886, Francia le regaló a Estados Unidos la famosa Estatua de la Libertad. Lo hizo para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia de Estados Unidos y como signo de amistad entre ambos países.
- En 1943, Reino Unido le regaló a la Unión Soviética la Espada de Stalingrado, como homenaje del pueblo británico a los defensores soviéticos de la ciudad durante la batalla de Stalingrado.
- Desde 1945, Holanda le regala a Canadá bulbos de tulipán. Durante la Segunda Guerra Mundial y ante la ocupación nazi, la familia real holandesa se refugió en Canadá. Finalizada la contienda, regresó a su país y, en agradecimiento al pueblo canadiense, les envió cien mil bulbos de tulipanes. Desde entonces, cada año les manda veinte mil; la mitad la proporciona la familia real y, la otra, la Asociación de Cultivadores de Bulbos Holandesa.
- En 1972 el gobierno egipcio le regaló a España el templo de Debod. Nos lo regaló en agradecimiento a nuestra colaboración para salvaguardar los restos arqueológicos que iban a verse afectados por la construcción de la gran presa de Asuán. Está en el madrileño Parque del Cuartel de la Montaña. Ayudas y te regalan un templo. ¡Un templo milenario!
- En 2013, el presidente francés François Hollande envió tropas a Mali para ayudar al país a contener el avance de las fuerzas islamistas. En agradecimiento, recibió un camello. Cedió sus cuidados a una familia de Tombuctú que se comprometió a informarle periódicamente sobre el animal. Sin embargo, el pobre no tuvo un buen fin: ¡la familia se lo comió! Ante el consiguiente disgusto, Mali le regaló otro camello. Fue más afortunado: vive en París.
Las relaciones entre países son complicadas. Al fin y al cabo, un país es la suma de un montón de gente. Y hay gente de todo tipo. Gente tan distinta, que relacionarse es un arte. Qué bonito es cuando nos llevamos bien; cuando tenemos relaciones buenas, amables, honestas, sanas. Cultívalas. Disfrútalas. ¡Y cuidado con lo que regalas!
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