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Magia potagia

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Desde que nacemos nos enseñan que la magia existe. Sin magia, no habría ni renos voladores ni regalos de Navidad ni conejos en sombreros de copa. Crecemos convencidos de que, con la ayuda de seres o fuerzas sobrenaturales, seremos capaces de conseguir cosas extraordinarias. Nos gusta tanto creer que es posible desarrollar habilidades mágicas, que el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería tiene una larga lista de espera.

Con independencia de si crees o no en la magia, lo cierto es que se habla de ella desde la antigüedad. Nuestro vocabulario está lleno de palabras relacionadas con lo sobrenatural: bruja, hechicera, duende, hada, maldición, varita, pócima, etcétera. Tenemos tan asumida la magia, que aceptamos sin discusión la posibilidad de viajar en el tiempo. Y, si no, que se lo digan a los creadores de la serie Outlander. Tiene tanto éxito, ¡que ya van por la séptima temporada!

Hay quién cree que la magia es cosa de críos. Sin embargo, nadie ignora que da mala suerte cruzarse con un gato negro, romper un espejo o pasar debajo de una escalera. ¿Cruzas los dedos para tener buena suerte? ¡Ay, las supersticiones! Hay un montón y las tenemos pegadas a la piel. Aunque algunas son muy conocidas, rara vez sabemos cuál es su origen. Tampoco sabemos que algunas dañan la salud.

No se puede hablar de mala suerte sin hablar de amuletos. Existen desde hace miles de años y se les atribuye poderes mágicos. Para que un amuleto traiga salud o suerte, solo hay dos requisitos: debe ser tuyo y debes llevarlo encima. También puedes tenerlo en un lugar que quieras proteger, como tu casa. Puedes protegerla de distintas formas. Yo tengo un amuleto en mi escritorio. ¡Es el pitufo de la foto! Su misión es mantener la bombilla encendida y, de ese modo, evitar que mi escritura se vea privada de imaginación e inspiración.

Si te asusta que te echen un mal de ojo, no salgas de casa sin un amuleto. Los hay de todo tipo: piedras, monedas, colgantes, anillos, pulseras… ¡y penes! Lo descubrí durante mi visita al Museo Arqueológico de Linares. Hay una vitrina llena. Resulta que, en Cástulo, al igual que en la Antigua Roma, los amuletos más habituales tenían forma de falo. Se creía que atraían la mirada de las personas maléficas y, de ese modo, evitaban que se posara sobre el portador del amuleto. Los había incluso hermafroditas. ¿Te das cuenta de lo que esto significa? El archiconocido y admirado Imperio Romano ¡estaba repleto de penes colgando del cuello!

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Si eres una persona tradicional y tienes miedo de que te caiga encima una maldición, ya sabes lo que tienes que hacer. A lo mejor alguien se escandaliza al verte con un pene colgando del cuello, pero siempre puedes explicarle que es tu escudo protector. Si su expresión no cambia, dile que sigues un rito ancestral. Si, ni así, ¡huye! De lo contrario, es probable que te suelte algún improperio.

A lo largo de una vida es habitual querer que las cosas sean distintas de como son. ¿Quién no ha deseado retroceder en el tiempo y recuperar a una persona querida? ¿Quién no ha deseado hacer las cosas de otro modo? Queremos que nuestra pareja nos ame siempre, que el examen sea fácil, que nos seleccionen para un nuevo puesto de trabajo, que los vecinos recién llegados no sean de los que dan fiestas hasta las tantas, que no nos suban la hipoteca o el alquiler. Sin darnos cuenta, nos pasamos la vida formulando deseos. Quizá exista una lámpara mágica con genio incluido dispuesto a concedérnoslos. Mientras la encuentras, y si crees que un objeto puede ayudarte a cumplir tus sueños, busca tu propio talismán. Quién sabe, quizá funcione. Tres, dos, uno… ¡Magia potagia!

«Claro que esto sucede en tu cabeza, Harry, pero ¿por qué eso tiene que significar que no es real?» Dumbledore, Harry Potter.

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Publicado en Historia real

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