
Vivimos tiempos de sequía extrema. A pesar de las lluvias de los meses de mayo y junio, la situación sigue siendo crítica. Se secan los pozos, los ríos, las plantaciones agrícolas. Y también caen trombas de granizo y agua que inundan y desconciertan. Es el caso de Terrassa, donde esta semana han caído cuarenta y seis litros por metro cuadrado en media hora. La pena es que cuando llueve tan fuerte no sirve de nada, porque la tierra está tan seca que no le da tiempo a absorber el agua.
Ante este panorama, hay que tomar medidas drásticas, como se ha hecho en el pantano de Sau. Desde 1963, produce electricidad y almacena y canaliza agua del río Ter. Tiene una capacidad de ciento sesenta y cinco hectómetros. Teniendo en cuenta que un hectómetro equivale a mil millones de litros, queda claro que no se trata de un charquito. Cada año recibe miles de visitantes atraídos por la belleza del lugar y, también, por el morbo que produce saber que debajo de sus aguas hay un pueblo ahogado. Para saber más sobre el asunto, puedes leer Història de la construcció del pantà de Sau, de Joan Lagunas.
Volvamos al presente. El campanario de la iglesia de Sant Romà de Sau se ha reconvertido, muy a su pesar, en un indicador del volumen de agua almacenada en el pantano. Acostumbrada a ver la punta del campanario en los partes meteorológicos, grande fue mi sorpresa al ver, el otoño pasado, la iglesia entera. Las redes sociales no tardaron en llenarse de fotografías. Había curiosidad pero, también, preocupación.
Cuando el nivel del agua descendió hasta niveles alarmantes, se decidió condenar a muerte a toneladas de peces. Es una decisión impactante. La tomaron el Departamento de Acción Climática de la Generalitat de Catalunya y la Agencia Catalana del Agua, no porque estos pobres animales beban algo destinado principalmente al consumo humano, sino porque todo apuntaba a que se iban a morir de todos modos. La escasez de agua provoca una cadena de infortunios: falta de oxígeno, muerte y cadáveres contaminantes. Por si esto fuera poco, se estaba liberando amoniaco del subsuelo del pantano, una sustancia de lo más tóxica.
Pobres peces. Encima, visto el revuelo que generó una decisión de tal calibre, los responsables alegaron, en un vano intento de calmar al personal, que los sentenciados a muerte pertenecían a diez especies sin ningún interés ambiental; solo una era autóctona y estaba muy lejos de su hábitat natural, el Ebro. Es decir, que como ninguno era de la zona, no pasaba nada por aniquilarlos. Y luego vamos diciendo que la xenofobia es cosa del pasado…
La sequía no deja lugar a dudas: el cambio climático es imparable. Lo que sí está en nuestras manos es reducir sus efectos. ¿Qué podemos hacer? Además de la toma de decisiones a gran escala por parte de los políticos, los ciudadanos podemos contribuir. Cada día tiramos por el desagüe decenas de litros de agua potable, lo que es una pena y una vergüenza. En el mundo hay alrededor de dos mil millones de personas sin agua potable. ¡Dos mil millones! Representan el veinticinco por ciento de la población mundial. Mientras tanto, quienes sí la tenemos la malgastamos. Estamos tan acostumbrados a abrir el grifo y que salga agua, que no nos damos cuenta de que se trata de un bien preciado. Hay quien incluso está convencido de que el agua no tardará en convertirse en un bien de lujo.
¿Y si lo evitamos? En casa, impactados ante las imágenes de la sequía, buscamos el modo de reducir nuestro consumo de agua. Analizamos nuestras costumbres y enseguida nos dimos cuenta de que en la ducha desperdiciábamos mucha agua. Teníamos la mala costumbre de desechar el agua fría que corría hasta que llegaba la caliente. Decidimos colocar un cubo para recogerla y, después, lo vaciamos en una garrafa. Con el tiempo hemos perfeccionado la técnica y, con la ayuda de un embudo, llenamos directamente el recipiente, que destinamos al consumo, a las plantas y a la limpieza del hogar. El resultado de esta medida se ha plasmado en el recibo del agua y nos ha dejado boquiabiertos: en dos meses hemos ahorrado cuatro metros cúbicos. Es decir, ¡cuatro mil litros de agua!
¿Te imaginas lo que ahorraríamos si todos nos propusiéramos hacer lo mismo? Si quieres aportar tu granito de arena, o mejor dicho tus litros de agua, revisa tus costumbres. Quizá detectes algún aspecto de mejora. El cuarto de baño es un buen lugar para empezar. Siempre puedes optar por no lavarte, pero no es necesario ser tan radical. Por favor, cuida del olfato propio y del ajeno. Sí puedes cerrar el grifo al cepillarte los dientes y al enjabonarte, ducharte en lugar de bañarte, cronometrar tu ducha, tener un inodoro con doble descarga o dejar de utilizarlo como si fuera una papelera. En Internet encontrarás muchos consejos para ahorrar agua.
La salud es lo más importante pero, sin agua, no hay salud posible. La necesitamos para vivir. Al fin y al cabo, el cuerpo humano es agua en un 65%. A pesar de la sequía y del derroche, no todo está perdido. Mientras haya lucha, habrá esperanza. ¿Te apuntas?
«Si hay magia en este planeta, está contenida en el agua.» Loran Eisely
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