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Va de dientes

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Ayer coincidí con mi vecina en el ascensor. Iba en bata y zapatillas y la acompañaba una bolsa de basura. Es una mujer encantadora que siempre regala hortalizas de su huerto y, a pesar de que rebasa los ochenta, conserva todavía una belleza que debió de arrancar más de un suspiro. Sin embargo, estaba distinta, como si hubiera envejecido diez años de golpe. La piel de los labios y las mejillas estaba fláccida, como si necesitara descansar. En cuanto la mujer me habló, entendí lo que pasaba. ¡No tenía dientes! Verla sonreír resultó traumático.

Mucha gente mayor usa dentadura postiza porque, aunque hayan perdido sus dientes originales, necesitan poder masticar los alimentos, algo indispensable para una buena digestión. La sustituta es más barata y menos invasiva que los implantes, pero hay que tener cuidado. Puede convertirse en una enemiga, sobre todo cuando se cae por el inodoro o si desaparece durante una intervención quirúrgica.

Una persona adulta tiene treinta y dos dientes, y los necesita todos por cuestiones de alimento, estética y fonética. ¿Sabías que la jirafa tiene el mismo número de piezas? El pez gato tiene unas cuantos más. Es el animal más dentado del mundo. ¡Nueve mil doscientos dientes! Si lavarlos es una actividad tediosa, imagínate el tiempo que pasa limpiándoselos. El tiburón ballena tiene la mitad, y están repartidos en doce hileras. Otro que está entretenido.

Los dientes también sirven para defenderse. Los más largos los tiene el elefante, cuyos colmillos pueden medir hasta tres metros y pesar más de cien kilos. Una delicia a la hora de pasear, pero muy útiles cuando se trata de defenderse de un león hambriento. Los delfines, en cambio, tienen dientes, pero solo los utilizan para comunicarse a base de hacerlos chirriar.

Se dice que el ser humano se diferencia de los demás animales porque es un ser racional, capaz de pararse a pensar en lugar de guiarse solo por impulsos. Cuando se enfada, puede resolver el problema de forma pacífica, aunque a menudo prefiere el enfrentamiento. Mediante la palabra, la mano, el puño, o cualquier arma que esté a su alcance. Las hay de todo tipo: navajas, hachas, lanzas, espadas, pistolas, metralletas, escopetas, martillos. ¡Y dientes!

Morder a otros es muy común durante la infancia, cuando todavía no se nos ha enseñado a ser civilizados. Después es algo poco habitual, aunque sucede. El alcalde de Badalona mordió una vez a varios mossos d’esquadra. Repito, el alcalde. Ocurrió en pleno estado de alarma por la pandemia del Covid-19. Los mossos le obligaron a detener el vehículo que conducía, porque se apreciaban signos evidentes de conducción bajo los efectos del alcohol. ¡Recorría las calles dibujando unas eses magníficas! El hombre se enfadó y mordió a los agentes. ¡Necesitaron curas!

Más cariñosos son los mordiscos entre enamorados. Son muy habituales y, según parece, es una reacción violenta que se activa ante alguien que despierta mucha ternura. Resulta contradictorio, pero el ser humano es así, rarito. Si te das cuenta, también lloramos de alegría y reímos de nervios.

Los dientes son importantes. Cuídalos y úsalos bien. Y, por favor, si usas dentadura postiza, ¡póntela!

Imagen: “Aachoo!!”, de Banksy. Bristol.

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Publicado en Historia real Naturaleza

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