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Tus amigas las plantas

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Las plantas generan bienestar. Nos permiten vivir conectados con la naturaleza, algo imprescindible si queremos gozar de una buena salud. No hacerlo puede derivar en un «trastorno por déficit de naturaleza». El término lo acuñó el periodista y escritor estadounidense Richard Louv en su libro Los últimos niños en el bosque, en el que recogió numerosas investigaciones científicas que relacionan dicho déficit con algunas enfermedades muy comunes: depresión, obesidad, dificultad de atención, estrés y enfermedades cardiovasculares, entre otras.

Nuestro estilo de vida nos lleva a vivir en grandes ciudades. Al déficit de naturaleza se añade lo que se conoce como ceguera verde: no tener la habilidad de reconocer las distintas especies vegetales que nos rodean, hasta el punto de dejar de verlas porque no tenemos relación con ellas. ¡Gran error! Tener plantas en casa, en el trabajo o en la escuela, pasear por el parque, el campo o la montaña, e incluso mirar una fotografía o un documental de un paisaje natural produce beneficios físicos y psicológicos. Lo dice la ciencia.

Rodéate de plantas. Reducen la ansiedad, mejoran la concentración, fomentan la curiosidad y la paciencia. Algunas tienen cualidades que te sorprenderán.

  • Purifican el aire: aportan oxígeno, eliminan toxinas y refrescan el ambiente. Adiós al benceno, xileno, formaldehído o tolueno que hay en el aire que respiras. Estas son tus mejores aliadas.
  • Evitan la humedad en el baño, que puede derivar en manchas y moho, además de provocar enfermedades dermatológicas y respiratorias. Como no siempre es fácil ventilar, porque no siempre hay ventanas, coloca algunas amigas en la estancia.
  • Ahuyentan a las cucarachas. Salvo que ames estos insectos, te consejo que recurras a olores que no les gustan y que desprenden algunas plantas y hortalizas: romero, crisantemos, hierba gatera, ajo, menta, laurel, pepino.
  • Alejan a los mosquitos. Otro insecto nada apreciado en verano, ¡salvo si te da gusto rascarte! Si no quieres apestar a repelente, esta lista es ideal.
  • Condimentan tus creaciones culinarias. Ahora que es tiempo de ensaladas, añade a tus aliños un poco de tomillo, romero, orégano, menta o albahaca. ¡Me relamo!
  • Las hortalizas aportan vitaminas y minerales. Nada mejor que tener tu propio huerto. Te hablé de ello en Tiempo de siembra, y no puedo dejar de recomendártelo. No necesitas disponer de mucho espacio y lo disfrutarás. Hay quien recurre a planteles para ganar tiempo, pero a mí me gusta sembrar y esperar. ¡Ay cuando veo asomar una punta de crecimiento!
  • Con la emigración del campo a la ciudad, se ha perdido gran parte de la sabiduría popular relativa al poder medicinal de las plantas. Por suerte, Josep Maria Vallès la recupera y comparte en su libro El huerto urbano: plantas aromáticas. Por si te apetece crearte tus propias pócimas.
  • Conectan al ser humano con múltiples seres vivos, lo que ayuda a combatir la soledad. Algunos debemos alejarlos, mejor con métodos naturales: pulgón, araña roja, mosca blanca, cochinilla. Otros animales debemos atraerlos: abejas, mariquitas, mariposas. Polinizan nuestras flores y ayudan a preservar la biodiversidad del planeta. Si te van los bichos y tienes un balcón, terraza o jardín, puedes incluso tener un hotel de insectos. Es una experiencia asombrosa. Si tienes suerte, incluso convivirás con alguna salamanquesa.

Para cuidar bien de cada planta es importante que, al adquirirla, te fijes en su nombre científico, escrito en Latín. Si no lo sabes, aplicaciones como PlantNet te ayudarán a identificarla sacándole una simple fotografía. Yo la uso a menudo, porque cuando algo me llama la atención necesito saber de qué se trata. Conocer el nombre de tu nueva amiga te ayudará a descubrir qué cuidados necesita. No basta con regarla de vez en cuando, hay que conocer sus características y necesidades de luz, agua y abono, así como garantizarle un buen drenaje. En caso contrario, la planta se marchitará y morirá. ¡Y no queremos eso!

Otro aspecto importante a tener en cuenta es la toxicidad de las plantas. Si tu familia es interespecie, o tienes criaturas humanas correteando por casa a las que le da por saborear cuanto pillan, ¡cuidado! No vaya a ser que, sin darte cuenta, acabes rodeándote de veneno. Claro que, para gustos, colores. En Alnwick, Reino Unido, existe un jardín repleto de plantas que pueden matarte: The Poison Garden. No está permitido ni tocarlas ni olerlas ni acercarse demasiado ni probarlas. Si lo haces, ¡a lo mejor no lo cuentas!

Algunas de esas plantas se han utilizado para eliminar del mapa a adversarios políticos. En 1978, por ejemplo, el disidente búlgaro Georgi Markov fue asesinado con una minúscula porción de Ricinus communis, también conocida como higuera infernal. Lo preocupante es que algunas plantas venenosas son muy comunes y suelen estar en nuestros hogares. El laurel, por ejemplo. Seguramente utilizas sus hojas en tus guisos, ¿pero sabías que sus pepitas contienen cianuro? Priva al sistema nervioso central de oxígeno, lo que provoca desmayos e incluso la muerte. ¡No las uses! O sí…

Por fortuna, no todo el mundo sabe qué parte de la planta debe utilizar (raíces, hojas, tallos, semillas) ni en qué cantidad para conseguir su propósito homicida. Menos mal. Por si acaso, lee bien las características de tus plantas y convierte tu entorno en un espacio saludable y hermoso capaz de arrancarte una sonrisa cada día; capaz de defender tu alegría.

«Todos deberíamos tener al menos una planta en nuestra vida. Lo que aportan es mucho más mesurable y valioso que el trabajo que pueda implicar cuidarlas». Monique Briones, autora del blog Jardines con alma.

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Publicado en Historia real Naturaleza

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