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No una librería cualquiera

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Hoy es el Día de las Librerías. Se celebra desde el año 2010, con el objetivo de favorecer el comercio de proximidad y la atención personalizada. Durante el día de hoy, muchas librerías ofrecerán actividades destinadas a recordar la importancia de su existencia y la necesidad de defenderlas de gigantes de la compra en línea como Amazon o La Casa del Libro.

No concibo la vida sin librerías; sin esos lugares refugio repletos de mundos encuadernados; sin una librera, o librero, que me recomiende una joya oculta. La mayoría de los libreros no son simples vendedores de libros. Son personas capaces de mostrarte un libro que te dejará huella.

Hace veintiún años que conozco la Librería Cómplices, especializada en literatura LGTBIQ+. Tras veintinueve años de existencia, cierra sus puertas por la jubilación de las dos socias propietarias, Connie Dagas y Helle Bruun. Esta noticia, que se hizo pública el pasado veinticuatro de octubre, ha sorprendido al colectivo LGTBIQ+ de la ciudad de Barcelona. No es para menos: Cómplices ha cambiado la vida de mucha gente.

A mí me la cambió. Me la descubrió una compañera de trabajo a finales del año 2001. Yo estaba sumergida en un difícil proceso de aceptación de mi homosexualidad, sin ningún referente al que agarrarme, sin nadie a quien consultarle. Me sentía perdida y tenía miedo. Miedo a ser diferente, a ir contracorriente, a convertirme en la oveja negra de la familia. Mi compañera se apiadó de mí y me confesó algo que muy poca gente sabía: también era lesbiana. Aquella revelación me pilló por sorpresa y me acarició el corazón. No estaba sola.

La Librería Cómplices, que entonces estaba ubicada en un diminuto local vecino del actual, se convirtió en mi paraíso particular; en una mina de oro repleta de pepitas cuyo idioma entendía y hablaba. Desde el primer día, Connie y Helle me trataron con cariño y me recomendaron lecturas que me marcaron. Todavía recuerdo el primer libro que compré: Pintando la luna, de Karin Kallmaker. Y todavía recuerdo la emoción que me produjo leer una historia de amor entre mujeres. ¡Por fin leía algo que me representaba!

A ese libro le siguieron otros, casi todos publicados por la editorial Egales, especializada en temática LGTBIQ+ y fundada, entre otras, por Connie y Helle. Durante años, los sábados por la mañana las visitaba y regresaba a casa con libros que devoraba, como los de la fotografía. También compré películas, como Cuando cae la noche (When night is falling) de Patrizia Rozema, o Rosas Rojas, de Ol Parker. Y una bandera arcoíris que ondeó en la pista de baile el día de mi boda.

Cómplices era el único lugar en el que me sentía bien siendo yo misma. En cuanto salía a la calle, regresaba al mundo real, ese sitio empeñado en silenciar la homosexualidad; en estigmatizar a quién no fuera normal. Normal. Qué disparate, la normalidad sí que no existe, ¡todo es anormal!

Es inevitable que el cierre de la librería Cómplices me produzca tristeza. La ciudad pierde un lugar emblemático para el colectivo LGTBIQ+ y me siento un poco huérfana. Las cosas han cambiado desde que abrió sus puertas. A mejor. La juventud de hoy en día acepta con bastante naturalidad las relaciones no heterosexuales. Estudios recientes afirman que la mayoría de los jóvenes se definen como bisexuales. Así, sin complejos. Quién a pesar de esta tendencia sienta dificultades para aceptarse, lo tiene más fácil de lo que lo tuvimos antaño. ¡Hay montones de manos tendidas!

Hoy en día, ¿quién no conoce a alguna mujer lesbiana? En nuestro país hay unas cuantas de lo más famosas e influyentes: las cantantes María Pélae, Alba Reig, Vanesa Martín y María del Monte; la escritora Isabel Franc; las actrices Elena Anaya, Itziar Castro e Inma Cuesta; las periodistas Sandra Barneda, María Casado, Chelo García-Cortés y Mónica Carrillo; la influencer Dulceida (Aida Domenech). Cuando Cómplices abrió sus puertas, no había nadie en esa lista. Nadie. ¿Te imaginas lo que suponía? Caminar a ciegas y en silencio.

Estoy convencida de que Cómplices tiene mucho que ver en este cambio de panorama. Nos ha permitido leer libros que hablaban de nosotras, de nosotros, de nosotres. Nos ha dado las herramientas necesarias para desarrollarnos como personas; para aceptarnos; para defendernos de los ataques irracionales e injustificados. Cómplices nos ha hecho fuertes y visibles. ¡No está mal para una librería! Está claro que no es una librería cualquiera.

Todavía falta mucho para que el colectivo LGTBIQ+ pueda vivir con tranquilidad; sin miedo de que en cualquier momento se gire la tortilla y perdamos los derechos que tanto nos ha costado conquistar. Sin ir más lejos, el último Informe sobre la Evolución de los Delitos de Odio muestra un dato alarmante: los delitos contra la orientación sexual han aumentado un 70% en dos años. No está mal para un país que aprueba el matrimonio igualitario.

No debemos bajar nunca la guardia porque el mal siempre está al acecho. Pero, sobre todo, no debemos olvidar jamás a quienes nos han ayudado a vivir las vidas que vivimos ahora. Sin esas personas comprometidas con un mundo mejor, al colectivo LGTBIQ+ le costaría sobremanera defender la alegría.

Gracias Connie. Gracias Helle. ¡Por tanto! Siempre estaréis en nuestros corazones. Fuimos y seguiremos siendo cómplices. Le pese a quien le pese.

«No hemos conseguido que el mundo heterosexual se interese por la literatura LGTB.» Connie Dagas.

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Publicado en Libros Mujeres

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