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Navidad a la carta

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Los tiempos cambian. Las tradiciones, también. En nuestro mundo globalizado importamos costumbres de todo tipo. ¿El resultado? Un popurrí. La Navidad tampoco se salva de las nuevas incorporaciones. Desde hace tiempo, los Reyes Magos de Oriente ya no son los únicos que reparten magia. Hay todo tipo de rituales destinados a conquistar al más reacio. Sin lugar a dudas, la nuestra es una Navidad a la carta.

Las festividades navideñas empiezan la noche del cinco al seis de diciembre, con la visita de San Nicolás a los hogares belgas. Viaja desde España en barco y atraca en el puerto de Amberes. A lomos de su caballo blanco, deja dulces y regalos a los niños y niñas que se han portado bien. Los que no han sido obedientes, se los lleva en un saco. Se desconoce qué hace con ellos, lo que no resulta demasiado tranquilizador. Supongo que es la idea.

Después, y desde hace quince años, las casas se llenan de elfos traviesos. Estos seres diminutos con poderes mágicos acompañan a los más pequeños hasta que llega la Navidad. Solo ponen una condición a su presencia: no pueden ser tocados. A cambio, harán una trastada al día. Si te cruzas con uno, ¡alerta!

Dos semanas antes de que los sedientos camellos de sus majestades visiten nuestras casas en busca de cava y turrón, surca el cielo un gordinflón barbudo vestido de rojo en un trineo tirado por renos sonrientes. Papá Noel cae más que bien. Tiene unos mofletes que apetece apretujar y sonríe todo el tiempo. Gusta tanto, que en Michigan existe la escuela de aprendices más antigua del mundo. La fundó Charles W. Howard en 1937, un hombre que ejercía de gordo bonachón en el popular desfile neoyorkino de la tienda Macy’s. La gente lo adoraba.

Cada año, Charles se cruzaba con hombres disfrazados de Papá Noel que vestían trajes sucios, gritaban a los niños e incluso iban bebidos. Harto de que mancillaran el buen nombre del hombre del polo norte, se propuso conservar la tradición con la mayor profesionalidad posible. Así que, mientras en España nos liábamos a tiros, él creaba una escuela que, desde entonces y durante tres días de formación al año, ayuda a la gente a convertirse en un verdadero Papá Noel. Enseña a cocinar galletas, a recortar la barba, a cuidar del traje, a ajustarse el cinturón con estilo, a pronunciar un hohoho simpático, a comunicarse de forma amorosa e, incluso, a cantar. Desde sus inicios, ha formado a doscientos Santa Claus. Si te tienta, ya sabes.

Papá Noel no es el único protagonista de la nochebuena. En Catalunya y Aragón existe la tradición del Tió, un tronco al que se le deja comida y agua cada noche, y que se tapa con una manta para que no pase frío. El veinticuatro de diciembre, los pequeños de la casa lo golpean con bastones y le piden que defeque caramelos y regalos. Lo sorprendente es que obedece.

Tampoco sus majestades son las únicas que se cuelan en nuestras casas la noche del cinco al seis de enero. La Befana, una bruja italiana buena que viaja sobre su escoba, deja cosas en los calcetines de los niños. Si se han portado bien, encontrarán caramelos y chocolatinas; en caso contrario, carbón. En agradecimiento, la gente le regala naranjas, mandarinas y una copa de vino. Tiene que recuperar fuerzas, volar resulta agotador.

En Navidad, no solo favorecemos la visita de intrusos en nuestras casas. También importamos diversiones como el concurso de jerséis navideños. Desde hace una década, y por culpa de la universidad de San Diego, se celebran cenas entre amigos donde se compite para ver quien lleva el suéter mas feo. El problema es que provocan risas y buen humor, con lo que nunca hay un claro ganador. Yo misma tengo uno y confieso que me encanta. Llevo toda la semana con él y no pienso quitármelo hasta mañana. Entiéndeme, el pobre solo ve la luz durante esta época del año.

Una Navidad a la carta no implica que tengas que elegir una única tradición. ¡Hay quien las celebra todas! Tampoco pasa nada si no te gustan estas fechas; si te deprimen; si te enfurecen. Pero no renuncies a fijarte en la ilusión que desprende la mirada de los niños. Alguna vez fuiste uno y creíste en la existencia de seres mágicos con poderes sobrenaturales. Quizá todavía creas en ellos. Para mí esa es la enseñanza de la Navidad, el recuerdo de que la vida debe vivirse con ilusión. Sin ella, la existencia es como una chimenea apagada. Fría. Oscura. Pase lo que pase y en cualquier momento del año, intenta siempre tener un objetivo que te motive a levantarte de la cama cada día; que te ayude a sobrellevar las pérdidas, las lágrimas, las caídas. Defiende tu ilusión. Y tu alegría.

¡Felices fiestas!

«Quién cree que Santa entra por la chimenea se equivoca. Santa entra por el corazón.» Charles W. Howard

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Publicado en Historia real

4 comentarios

  1. Pilar Pilar

    Felices Fiestas a mi escritora favorita del Viernes!! ♥️🥂🍾Gracias por compartir, todo el año, tus palabras con nosotras!
    Un abrazo calentito, rojo fuerte, aconpañado de un HO HO!! y no olvides darle otro abrazo a Trufa de parte de su anigo Bob!!
    Pilar

    • Virginia Virginia

      Gracias por tu comentario. Un abrazo, Pilar.

  2. Gloria Gloria

    Felicidades me ha encantado y gracias por repartir alegría siempre.
    Felices fiestas y continua, siempre, derrochando felicidad.
    Un abrazo

    • Virginia Virginia

      Gracias, Gloria.

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