
Leo que el escritor y periodista J. J. Benítez publica un nuevo libro sobre el fenómeno ovni, Mis «primos». Reúne más de doscientos casos registrados en todo el mundo desde la más remota antigüedad. Con este, son ya sesenta y cuatro los libros que ha publicado sobre extraterrestres y el origen de la vida en nuestro paneta. Hubo un tiempo en el que corría a la librería en busca de sus historias. Le descubrí con la famosa saga Caballo de Troya y no me dejó en absoluto indiferente. Le admiro porque nunca ha dejado de defender lo que cree. No siempre le ha resultado fácil. De hecho, tiene unos cuantos enemigos, escépticos que menosprecian sus investigaciones. Se crea o no lo que cuenta, lo que está claro es que plantea un tema de interés general: ¿hay vida en otros planetas? Yo creo que sí. Si el universo es tan grande que a la mente humana le cuesta concebirlo, ¿cómo es posible que solo haya vida en la tierra?
A menudo, cuando miro el cielo, me gusta descubrir en él a la luna. Sobre todo de día, cuando hay tanta luz que cuesta verla. Está ahí, difuminada, flotando en un mar azul claro. Me da paz, quizá porque es entonces cuando recuerdo que soy diminuta, un puntito en el universo. En realidad, soy insignificante. También lo son mis problemas y mis preocupaciones. Aunque, en ocasiones, parecen montañas imposibles de escalar. Hay quienes, en ese momento, tropiezan y se dan de bruces contra el suelo, pero consiguen levantarse y seguir adelante. En cambio, hay quienes caen en un agujero oscuro y frío del que no logran salir. Su mente se enreda en un laberinto repleto de sufrimiento y soledad, cuya única salida parece ser la que no tiene marcha atrás. La más difícil de aceptar por los demás. Es dolorosa y crea un enorme sentimiento de impotencia. Nos clavamos reproches con puntas afiladas: si hubiera prestado atención a la señales, si no hubiera estado tan ocupada con mis tonterías, si tan solo le hubiera llamado o escrito un mensaje, etc. No lo hicimos y ahora es tarde. Aunque ¿de verdad habría cambiado algo? Dicen que, cuando la decisión de quitarse la vida está tomada, solo es cuestión de tiempo que se lleve a cabo. La clave es intentar que no se abrace esa idea, que no se sienta como la única solución posible para dejar de sufrir.
Algo no hacemos bien. Como sociedad, como individuos. En España, el Observatorio del Suicidio ha hecho público un estudio escalofriante: el suicidio es la primera causa de muerte no natural. ¡La primera! Solo durante el año pasado, se quitaron la vida 3.941 personas. En todo el mundo, setecientas mil. ¡Al año! Qué tristeza más grande. Cuando miro la luna, me pregunto si tiene respuestas; quizá ve platillos sobrevolando la tierra; quizá oye música de otros planetas; quizá conoce un lugar en el que quienes tiraron la toalla tienen otra oportunidad. Es bonito imaginarlo, pensar que Verónica Forqué sigue cautivando con su sonrisa y voz; que Robin Williams sigue haciendo soñar a niños y adultos. Ojalá. Sería lo justo.
Se acercan unas fiestas difíciles para mucha gente. Cargadas de tensiones familiares, de soledades, de ausencias importantes. No a todo el mundo le gusta la Navidad. Levanto la mano y me declaro culpable por desear saltarme dos semanas del calendario para caer de pie en el siete de enero. A las añoranzas, se añade el desacuerdo con el consumismo desmesurado que desata, con la pérdida de valores que descubre. Eso sí, rescato la iluminación navideña y propongo que se mantenga durante todo el año. ¡Alegra las ciudades!
Si alguna vez sentimos que el mundo se nos cae encima, pidamos ayuda. Los demás no son adivinos. ¿Cómo van a saber lo que nos ocurre si no se lo contamos? Si su reacción nos decepciona, recordemos que existen profesionales que pueden ayudarnos a salir del agujero. No sintamos vergüenza o miedo por el que dirán. No nos culpabilicemos por no estar bien. Es muy difícil resistir los embistes de la vida sin inmutarse; estar siempre alegre o equilibrado. Quizá algún ser de color verde y con antenas en la cabeza tenga la clave de la paz interior pero, mientras la comparte con nosotros, aprendamos a sobrevivir ayudándonos unos a otros. Todos somos uno.
Todas las personas que conoces están librando una batalla de la que no sabes nada. Sé amable. Siempre. Robin Williams
Nota 1: Escribí sobre la importancia de la amabilidad en No un cultivo cualquiera
Nota 2: Mi novela Queridísima Juana es un tributo a la amistad como aliada para superar las dificultades de la vida. Si no la has leído, puedes leer las diez primeras páginas aquí.
Hablar más y que deje d ser un tema tabú, el suicidio… la muerte por cualquier causa. Siempre nos enseñan las cifras d las muertes por accidente d coche… para concienzar? O por su interes…pero y todas las demás? No hace falta llevar un marcador, solo hablar , visualizar para entender que hay otras salidas q quizás uno no puede, sabe ver…
Gracias, Joan, por tu comentario. Coincido contigo, deberíamos incorporar el tema de la muerte en nuestras vidas. Le damos la espalda y, de ese modo, invisibilizamos lo que está sucediendo. Hay que poder hablar de todo. Siempre.